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jueves, 8 de julio de 2010

Un millón de cicatrices.

Hacía semanas que ellos habían terminado y ella, como ejemplo de madurez, no había querido enfadarse y habían quedado como amigos. Se tragaba sola las noches sin dormir, llorando, y se tragaba los días con preguntas sobre sus ojeras y viéndole con otras.
Aquella tarde estaban en la casa de él con algunos colegas. Un amigo de ella llevaba meses enamorado de ella y consiguieron encerrarles juntos en un cuarto. Esa habitación era la de los padres de él. Amplia, cálida, con recuerdos impregnados en cada sábana. Allí ella había estado antes, semanas atrás, con el chico que seguía queriendo. En esa cama habían derrochado sonrisas, besos, abrazos, caricias, mordiscos y amor. Se habían unido dos lenguas como chicle de mascar, dos bocas, dos cuerpos, dos almas. Recordaba cada milimetro de su piel, en esa habitación, recorrido. Recordaba cada segundo, cada movimiento, cada sueño que habían compartido. Cada recuerdo la apuñalaba de nuevo, abriendo las heridas y dejándola un millón de cicatrices más. Y volvía a estar allí, entre esas paredes, entre esas ventanas y sus cortinas, entre los cuadros abstractos, entre las alfombras, entre las sábanas... con otro.

-¿Estás segura de todo esto?
-Si -dijo entre susurros ya que el nudo de la garganta no le dejaba casi respirar.- ¿Y tú?
-No
-¿Qué?
-Mira, llevo enamorado de tí desde hace mucho, deseando este momento, soñando contigo y te quiero -hizo una pequeña pausa para respirar- pero tu estás enamorada de él.
-Yo..

Y no hicieron falta más palabras, ella se hechó a llorar y él la abrazó fuerte. Las lágrimas corrieron por sus mejillas llevandose el rímel que había en sus ojos y no le importó. Aquel momento era triste, pero era mágico. Y pasaron así horas, abrazados, sin decir nada, mientras ella lloraba y él la quería un poquito más.



"El llanto no podrá curar la herida de tu corazón pero no todo está perdido aún"

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