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domingo, 27 de junio de 2010

El camino a casa se le hizo aún más largo que de costumbre. Se había quedado el último en la oficina con la escusa del papeleo. Pero no era cierto. La noche había caido hace unas horas sobre la ciudad y las calles estaban desiertas, la lluvía resvalaba por cada rincón, algún gato callejero maullaba en algún callejón y la luna creciente vigilaba, atenta, desde el cielo.
Click. Intentó no hacer mucho ruido al entrar en casa. Dejo el abrigo y se desaflojó la corbata dejándola colgando en su cuello. Se quitó los zapatos y los dejó en la entrada para no manchar el suelo, o para no hacer ruido. Entró en la habitación de la derecha. Pequeña, con unas paredes rosas, algún que otro juguete tirado por el suelo y para destacar, una cama pequeñita con una niña aún más pequeñita durmiendo en ella. Su princesita. Sus mechones caían descuidados cobre su sonrosada cara, él los apartó con un ligero movimiento. Era tan pequeña, tan indefensa, la quería tanto. La dio un beso en la frente, la arropó y entrecerró la puerta. Se metió en la habitación de la izquierda. Azul, algo más grande, algún balón con el que tropieza y para destacar, un chico de unos diez años con carita de niño pero le parecía ya tan mayor. Era ya un hombrecito, un pequeño hombrecito. Sonrió y le susurró algo al oido "Cuida de tu hermana". Miró la puerta del fondo y la abrió con mucho más cuidado. Pero ella no estaba en la cama. Entró en el salón y allí estaba ella, se habría quedado dormida esperándole. Que guapa es, pensó. La acarició los labios y dejo caer un beso en ellos. Cogió una manta y se la puso por encima con cuidado y la besó los párpados. Se fue directo a la cocina y cogió un vaso con un par de hielos, una botella de vozka y se sentó en un sillón mientras esperaba a ver los primeros rayos del sol.


En la mesa de una oficina una carta cortaba la armonía del silencio. Una carta que escondía un secreto, una prueba médica, una tragédia, un dolor y seguramente, muchas lágrimas. Pero para él, lo único que entró en su corazón como una espada envuelta en llamas fueron cuatro palabras "Le quedan tres días"

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