Los ignorantes del amor son prisioneros de su falsa felicidad

-Mira, esa chica de azul me está mirando con una sonrisa -le dice él con un tono pícaro.
-¡Claro que sí! ¡Cuando te conocí yo también me moría de risa!

Y se ríe con esa vocecita suya que hace que te vuelvas loco. Su plan de darle celos ha fallado y finge que se enfada. Ella le muerde la mejilla y abrazados se dirigen a quién sabe dónde, a tomar quién sabe qué y a compartir corazones.

Ella despierta arropada por su cuerpo ¡Ni cien mantas darían tanto calor como su piel! Es suave. Suave como su brazo rodeándola la cintura. Dulce. Dulce como los besos en invierno entre café y risas. Cálido. Cálido como sus ojos color avellana en medio de una tormenta. Es como una caída en la nieve, como la lluvia de verano, como una canción sin sentido, como un retrato mal dibujado, como una sonrisa entre lágrimas saladas. Y recuerda aquella canción en la que decían "¿amar? ¿para qué?¿para acabar AMARgado?" o la de "Amar viene de amargura". Y se ríe. Que tonterías se inventa la gente, piensa. Nadie podría comprender lo que sentía, lo que tenía dentro. Y alguna vez alguien dijo "Es mejor no amar y vivir sin saber lo que es porque no lo echarás de menos si no lo has experimentado, porque amar encadena" ¡Pero que equivocado estás! respondió ella. Porque el amor puede doler, pero también es la sensación de levantarse todos los días por la persona por la que late tu corazón. Al cariño, al dolor y a la libertad. Porque como dicen los sabios "Los ignorantes del amor son prisioneros de su falsa felicidad"